Desciende la tarde.
Sentado en la arena,
contemplas cautivado
la profundidad de la lejanía,
la belleza y serenidad
que transmite el mar:
esa sensación de paz y libertad...
hermosa plétora visual,
ese sinfín que se fusiona
con el horizonte.
¡Te da la impresión que es la primera vez!
Surge, voluminosa
y con un tono entre ocres y anaranjado:
luna llena.
Preciosa, silenciosa,
misteriosa, mágica…
Como el momento que vives,
ése, en el que adquieres conciencia
de que verdaderamente los milagros existen,
de que son cotidianos;
que cada noche morimos,
y renacemos cada amanecer,
que nada permanece,
y que cada instante, (esa porción
de tiempo que cabe en la cabeza
de un alfiler), es único,
y el único que es real.
de tiempo que cabe en la cabeza
de un alfiler), es único,
y el único que es real.
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