... como pequeñas piezas de un puzzle
que juntas componen un gran tesoro.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Tu voz se quedó en el viento


Eras de vida sencilla,
de profesión luchador,
amante de tu familia,
discreto en tu labor.

Te gustaba en el verano
ganarle al alba en su despertar,
llegar al campo temprano
y ver a la luna marchar:
alejado de tu casa
o en la cima de una montaña
ver como una avecilla pasa
en la luz clara de la mañana.
Escuchar el canto de los pájaros
y el croar de alguna rana
buscar entre los guijarros
el mejor para tu guadaña;
ver crecer a los trigales,
los arroyos llenos de agua,
silbar  entre los bancales
tu gratitud y esperanza.
Eras de escaso discurso
pero justo en significado
nunca falto de recurso
siempre devoto a “Tu” llamado.
Eras amigo de tus amigos,
eras fiel y agradecido,
respetado por tus vecinos
y conquistador de cariños.

Los inviernos, te gustaba
al calor de una hoguera
mientras un cigarro fumabas
hacer planes para la primavera.
Caminabas, cual bohemio:
en tu hombro la bota de vino,
a tu amor en el recuerdo
y en tu espalda el sacrificio;
en tu frente el sudor
que regaba los caminos,
en tu corazón el dolor
y por compañero el destino.

Te gustaban las cosas pequeñas
pero grandes en su valor:
el balar de una cabrita sobreña,
el canto del ruiseñor,
la silueta de las peñas
en el atardecer, en su fulgor,
o el silencio que se adueña,
de la tormenta y de su fragor.
Disfrutabas viendo prosperar
los campos, tus verdes prados,
y viendo a tus retoños medrar,
aquellos que habías sembrado.
Y luego, al llegar la noche
dabas gracias al Señor,
mirando al cielo y sin reproches,
y recitando una oración.

Y a pesar de que ya se fue
tu cuerpo de esta vida,
tu recuerdo sigue en pie
y tu estima muy prendida.
Aún resuena por tus tierras:
desde el fondo de la esteparia
y hasta lo alto de la sierra
tu silbar y tus plegarias.
Tu voz se quedó en el viento
tus lágrimas en el rocío,
en el espacio flota tu aliento,
tu sangre corre por los ríos.
Tus ojos son las estrellas,
tu corazón quedó repartido,
tu memoria son las huellas
de tantos momentos vividos.
Tu corazón está entre las montañas,
tus penas quedaron por el camino,
tu alma es la lluvia de la mañana,
tu sudor, un trago de vino.

Tu amor y tus enseñanzas
no se han marchado contigo
tus deseos y alabanzas
vivirán siempre conmigo.


Foto: María Parrado





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